RESUMEN: HÁBITO 5


Puedes canalizar tu energía para resistirte al cambio o para inducirlo; ambas cosas, no. El espíritu de resistencia es normal, pero no te llevará lejos. Lo desconocido da miedo, y sin embargo hoy el cambio nos acecha durante todo el día. Y cuando son posibles tantas cosas, deberías estar pensando más en grande que nunca. Si la circunstancia conocida que vives y experimentas es una que deseas cambiar o una que las fuerzas externas vayan a cambiar de cualquier modo, es tremendamente positivo no resistirse al cambio, sino aceptarlo. De ese modo te convertirás en el arquitecto del cambio.
La resistencia lleva al estancamiento. Con mucha frecuencia eso consume mucha energía sin ningún propósito. En cambio, la aceptación te permite elevar tu ambición sobre un fundamento sólido y llegar lejos, ya que no niegas la realidad de la situación. Esto no quiere decir que debas soportar para siempre una situación que no te gusta, sino aceptar la realidad en vez de enfrentarte a ella, algo natural pero a menudo inútil.
La vida se parece mucho a una improvisación teatral: no sabes qué te encontrarás ni cuándo, pero lo único con lo que puedes trabajar es aquello con lo que te encuentras. Lo que hagas en el futuro dependerá de lo que puedas imaginar basándote en lo que hayas recibido. Decir “sí” lleva al conocimiento, aunque es mucho más fácil decir “no”. Los que dicen “sí” son recompensados por las aventuras que tienen. Los que dicen “no” son recompensados por la seguridad que obtienen.
Resulta muy difícil que apliques tu energía a pensar en grande si no has aceptado la realidad de qué es lo que deseas cambiar o mejorar. Es como intentar levantar una casa sobre unos cimientos que sabes perfectamente que no existen. Como dijo Carl Jung: “no podemos cambiar nada hasta que lo aceptamos”. Al pasar de la resistencia a la aceptación cambiamos nuestro punto de vista y nuestra intención, y nuestros pensamientos se hacen más grandes.
A partir de ahí, podrás pasar más tiempo desarrollando tu idea. Serás creativo sin temor, explorarás tus opciones y barajarás nuevos rumbos para tu empresa, tu arte y tu vida personal. En este “sí y…” encontrarás más ventajas aprovechables que la aceptación y la redirección de tu pensamiento. Piensa en las historias disparatadas que surgen del desarrollo de un hilo argumental improvisado. Justo cuando parece que la historia ha llegado a un callejón sin salida, se vuelve incluso más hilarante, absurda, hace un quiebro y cambia de dirección.
Ir un paso más allá con tus pensamientos y con tu esfuerzo para que cobren realidad es una disciplina vital en el proceso de pensar en grande. Pensar es un trabajo duro y siempre existe la tentación de arrojar la toalla, pero, por definición, pensar en grande es ir más allá de lo habitual. Para ti, dar ese paso significa reflexionar un poco más de tiempo aunque el esfuerzo de pensar te haga sentir incómodo y te apetezca dejar de hacerlo. Es como el entrenador que te obliga a correr diez metros más justo cuando pensabas que ya no tenías que esprintar más.
Un proceso parecido es el que tiene lugar cuando los emprendedores comienzan a trabajar en su idea de negocio. Sylvan Goldman era el dueño de una cadena de supermercados en Oklahoma City. Le iba bien, pero la cantidad de artículos que podía vender a sus clientes estaba limitada por la fortaleza de sus músculos. Reflexionó sobre el problema y llegó a la conclusión de que la gente dejaba de comprar cuando las cestas estaban muy llenas o pesaban demasiado. Así que, con la ayuda de un carpintero y un operario de mantenimiento, les puso ruedas, patas y una silla plegable. Fue el prototipo del primer carrito de la compra del mundo.
Pero la idea no cuajó. Los compradores no querían usar carritos. A los hombres les hacía sentirse débiles, y las mujeres pensaban que ya habían empujado suficientes carritos en sus vidas. Entonces Goldman dio unos pasos adicionales: contrató a ayudantes que ofreciesen carritos a los compradores y a modelos que se paseaban por sus tiendas demostrando cómo el carrito permitía tomarse más tiempo para comprar algo, reunir una gran cantidad de artículos y hacerlo sin sudar ni lesionarse. Al final la idea caló y Goldman acabó percibiendo un canon por cada carrito vendido a otros supermercados.
Goldman pensó una idea sobre otra, en grande, para introducir en el mundo su Gran Idea. Las ideas, como semillas de pensamiento que son, tienen que reunirse, exponerse a la crítica, probarse, revisarse, analizarse para ver si tienen sentido desde distintos puntos de vista y pulirse antes de que la gente quiera arriesgarse a usar un producto, invertir en una empresa, unirse a un equipo o abandonar un buen empleo para dedicarse a otro.
El mero hecho de ir un paso más lejos, de sentarse y simplemente pensar un minuto más de lo habitual, puede marcar la diferencia entre permitir que la frágil mariposa de la inspiración huya de ti y atrapar algo especial. Esa es la diferencia entre transformar tu caballo blanco en algo tangible y arrojar la toalla para encontrarte al día siguiente en el mismo sitio que hoy. En la vida, mantenerse centrados en el premio de ganar el partido, no solo el siguiente punto, exige que recordemos constantemente qué estamos tratando de hacer.
Cuando vislumbres una idea, una innovación o una inspiración que se cierna tentadoramente fuera de tu alcance, no cojas el teléfono. Solamente tienes que hacer esto: piensa en la idea 30 segundos más y luego dedica otros 30 segundos a anotarla. Intenta definirla, porque esa idea se desvanecerá por muy seguro que estés de que siempre la conservarás.
Y cuando recibas un golpe duro, haz una pausa. No abandones el barco. Piensa en la cantidad de veces que las personas han demostrado que quienes dudaban estaban equivocados. Piensa en la experiencia vital y en la pasión que aportas, en todas las cosas que llevaron a tu pensamiento hasta este punto, qué lo justifica y qué parte de las críticas es válida. Igual que hizo Goldman, acepta la realidad revisada y rechaza aquello de lo que puedas prescindir.

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